Cuidamos nuestra rutina de belleza hasta el mínimo detalle, hay un punto que es más que probable que nunca tengas en cuenta y que, de hecho, es más relevante lo que podrías imaginar: la temperatura del agua con la que realizas tu limpieza facial.
La piel no reacciona de la misma manera ante el agua caliente, tibia o fría, sino que hay ciertos niveles de temperatura a evitar y otros con los que podemos jugar dependiendo de lo que estemos buscando.
En el invierno no se puede abusar del agua caliente en la regadera. Cuando el clima es más frío, transformamos nuestro baño en un vapor, pero por más rico y desestresante que parezca, bañarse con agua muy caliente y por tiempos prolongados hace la piel más propensa a sufrir dermatitis atópica ya que se elimina la grasa que protege a la piel contra el frío.
El agua caliente le quita firmeza a la piel y la adelgaza. ¡Cuidado!